Grandes maestros de la pintura mexicana   

EL INFORMADOR GUADALAJARA, JALISCO, MEXICO

Domingo 15 de Junio de 2003

 

 

Don Jorge González Camarena

 

 

De las casi treinta obras murales, entre pinturas y relieves con mosaicos que el maestro González Camarena realizó a lo largo de su vida, en diferentes partes de México y ciudades del extranjero, ninguno fue patrocinado ni por los gobiernos, ni por instituciones privadas de Jalisco, pese a ser un afamado artista tapatío, que habiendo nacido en Guadalajara, como otros muchos, tuvo que emigrar a la Capital de la República e iniciar, realizar y culminar allá, su carrera como dibujante, pintor y escultor.
Así pues, aunque se le considera históricamente un pintor jalisciense, realmente siempre estuvo desvinculado de estas tierras, pues desde adolescente, en cuanto dio muestra de su incuestionable talento natural para el dibujo, fue inscrito en San Carlos, aunque posteriormente preferiría darse de alta las beligerantes huestes juveniles que impugnando la enseñanza académica abrazaron con entusiasmo la idea de las célebres y discutidas Escuelas al Aire Libre promovidas por el maestro Ramos Martínez.
Fue otro tapatío también exiliado en la Capital, el "Doctor Atl", quien reconociendo las virtudes del joven González Camarena lo apoyó, e inclusive, le abrió las puertas hacia una vertiente de su carrera que cultivó con éxito durante muchos años: la ilustración y el dibujo publicitario, trabajando para la empresa Galas de México, en la manufactura de calendarios.
Jorge Enciso, también avecindado en el Distrito Federal, pero natural de Guadalajara, y quien a la sazón fungía como Director del Departamento de Monumentos Coloniales, le encomendó la restauración de unos frescos del siglo XVI del Exconvento de Huejotzingo en Puebla, labor que fue substancial para la vocación de González Camarena como cultivador de la pintura mural, en donde optó, no por seguir, como otros, las huellas de los "Tres Grandes", sino desarrollando su propia iconografía, ya fuese de género alegórico, como en el Edificio Guardiola, (destruido por un sismo); ya fuese de tema religioso, como en la Iglesia La Purísima de Monterrey, donde trazó un Cristo monumental pleno de majestad e imponente solemnidad, que está considerado como una de las más excelsas obras de este tipo en toda la pintura mexicana; o ya fuese de contenidos históricos, como los realizados en otros edificios públicos y privados de la Capital de la República: Bellas Artes, Hospital de la Raza, Cámara de Senadores; en el Campus del Instituto Tecnológico de Monterrey, en el Banco de México de Veracruz, en la Universidad de Concepción, en Chile, etc., temas abordados desde una perspectiva totalmente diferente a la tradicional y sobre todo, con una formalidad inconfundiblemente personal, en el cual destacó la firmeza del dibujo realista de sus figuras, efigies y elementos paisajísticos o arquitectónicos, y sobre todo, su manera inconfundible de estructurar sus composiciones, siempre armónicamente equilibradas, donde cada elemento compositivo, resaltaba por su densidad escultórica y se integraba en un juego de planos y relieves de resonancias cubistas, pero de una monumentalidad y vigor de connotaciones titánicas o tectónicas, características que fueron siempre el sello estilístico de todas sus obras de madurez.
Mas González Camarena no sólo realizó murales, sino también cultivo con éxito la pintura de caballete, experimentando diversas técnicas y abordando los mismos géneros de la alegoría, el paisaje, la pintura simbólica, las escenas históricas y sobre todo el retrato, en lo cual, dada la firmeza de su dibujo y su tino colorístico obtenía siempre excepcionales resultados, pues no sólo lograba exactitud de parecido, sino pudo siempre volcar en ellos, sus sentimientos anímicos y extraer y proyectar al mismo tiempo, los rasgos esenciales de la personalidad de sus modelos.
Esa incansable actividad pictórica, del maestro González Camarera, vino a truncarse repentinamente en el año de 1980, pero sus virtudes estéticas quedaron plasmadas en la invaluable herencia de sus obras de caballete y sobre todo muralísticas, tal como se hace evidente en este fragmento del mural "La Humanidad liberándose", pintado para el Palacio de Bellas Artes, recinto donde alterna, sin demérito, con otros grandes maestros de la pintura mexicana como Orozco, Diego, Siqueiros y Tamayo.